26 nov 2020

Minirrelato: El sueño de Elva (XII)


 Dicen que los sueños, sueños son... Que sueñan los dormidos y proyectan los despiertos. Que si crees, creas...Y mil memeces más que Elva ha creído y anotado en su cuaderno de frases memorables. Esa libreta de portada de cartón reciclado y estampado de hojas (iba a decir "print" influencia de los influencers) . Estaba pintado y dibujado como por una mano infantil, pero con la pulcritud de una meiga apuntando hechizos, o los apuntadores de memes virales. El Necronomicón de la sabiduría de Facebook, YouTube, Instagram y porque ya no le da vida con más fuentes de sapiencia online.

Se sentía harta de recibir comentarios sobre su formación y a lo que había llegado en la vida. "Ay con lo que tú estudiaste, con lo buena estudiante que tú eres. ¿Y tus compañeros de universidad ya son famosos? ¿Los ves salir en la tele? ¿Y por qué no te sacas unas oposiciones?"

En esos momentos, se sentía como la pieza perdida del puzle, la Bridget Jones de su promoción...  Claro que todos tenemos posibilidades, pero las circunstancias personales de cada uno influyen.- Se justificaba en voz baja y metía la cara en el cuaderno de oraciones, lleno de palabras mágicas.

Echaba la vista atrás, aún recordaba con estupor aquella noche, en la que trabajaba de friegaplatos de una cafetería, para pagarse la carrera y poder comer. Y la llamaron para que saliera de la cocina, se quita el delantal mojado y está húmeda, sudorosa y con los músculos tensos por el estrés del trabajo y la curiosidad. ¿Qué pasaba?  Saludos,  era una vecina con su hijo adolescente, comparten unas palabras y le preguntan a bocajarro qué carrera estaba estudiando. Elva toda ilusionada y orgullosa contesta: periodismo.

A lo que la madre mira a su polluelo y le dice: "Periodismo,  ¿y ves dónde está?" Y se fue sin más explicaciones dejando a Elva clavada en el suelo y sin saber qué había pasado. La habían usado como mal ejemplo,  la profesión que no hay que estudiar porque seremos nadie. Aspira a más ...

Maldita maldición de esa vecina - pensó Elva - pues nunca fue nadie en periodismo ni en nada parecido. La vida se puso en modo centrifugadora y no hubo manera de escalar ninguna pared. Ella imaginaba que seguía en formación. Que cualquier día su experiencia implosionaría pariendo  un nuevo perfil profesional,  un especialista en algo,  aún sin determinar. Tenía fe en sí misma, y si entre medias aparecía algún gurú de turno lo escuchaba. Lo escuchaba intentando traducir las señales del éxito. Lo escuchaba hasta que sangre líquida fluía de sus oídos. Pues, si había aprendido algo con el tiempo es que si la sangre era espesa y coagulaba, era algo malo, muy malo. 

 

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