Foto: YSH |
Personalmente, lo que a mí me impactó no se queda tan sólo en el dato histórico-bélico, sino en el retrato que hizo Lampedusa de la mujer en la sociedad italiana, y que es perfectamente trasladable a España. En la película, Bastiana, la madre de Concetta, aparecía envuelta en velos negros, casi un burka, para que fuera a misa de cinco en la que menos afluencia de feligreses había, para que ningún ojo masculino pudiera ver que su belleza la había convertido en un mero objeto de coleccionista.
En el texto se la describe hermosa, pero al mismo tiempo embrutecida debido a la soledad y el encierro. Nacida para parir. El futuro de su hija no era mejor, aunque sí tuvo oportunidad de estudiar, esto simplemente era el pasaporte para obtener marido. Así evolucionó desde objeto que hace bulto a objeto decorativo.
En pleno siglo XXI, no hemos mejorado mucho, si continúan apareciendo en las noticias la muerte de mujeres a manos de sus parejas, y aunque éste es el ejemplo más extremo, animo a los lectores y lectoras que observen a su alrededor, a ésta sociedad, donde somos tan democráticos, postmodernos y evolucionados. Les animo a que reconozcan la existencia de esas pequeñas batallas que se libran en silencio. Y no me digan que es un problema de autoestima, algo residual o anecdótico. Arrastramos un equipaje cultural, que ni las minifaldas, ni los pantalones bajos enseñando el tanga han solucionado. Dicen que el primer paso hacia la solución es reconocerlo. Trasmitir a las nuevas generaciones que la igualdad no es ser iguales en defectos, sino excelentes en cualidades y valores como el respeto.
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