6 dic 2020

Minirrelato: El sueño de Elva (XIV)

Cuando  Elva empezó su diario no sabía que aquellas páginas en blanco serían como las sábanas que la recogerían en un fuerte abrazo cada vez que lo abría. Muchas veces sentía que la rabia o la mala baba no deberían llenar ese espacio. Por eso siempre que las emociones no la secuestraban intentaba transmutarlas en algo creativo. Escribir siempre fue el jardín secreto donde sentía que todo era posible. Todo era posible, menos quedarse a vivir allí. Vivir para siempre en donde la creatividad hace su magia. 

Lo había pensado muchas veces, ¿y si tomara algo para prolongar esa estancia? La inspiración no es un lugar, es un estado. El camino desde un estado neutro hacia la genialidad de un estado alterado cuasi- controlado. Todos buscan ese puente. Una vía hacia la inspiración y la felicidad. Sino que se lo digan a aquel bailarín, a aquel cantante o a aquel gestor de proyectos que los sentía como un hijo. El estrés de correr detrás de las musas, pretendiendo secuestrarlas y convertirlas en creadoras de contenido en serie. Mucho se le pide a la inspiración y a su grey. Quizás por eso los sapos, siempre tan cotizados, han pasado de ser comidos, a ser besados, para terminar siendo lamidos por su sudor. Extracto, que según algunos cuentan, les transporta allí, a donde la luz de neón es perpetua. El cuento cambia con el paso de los siglos y se vuelve más sofisticado y adulterado.

Esforzarnos por escuchar a nuestro cuerpo y traducir las señales, que se empeñan en decir que el camino va a ser duro, y cualquier escape fuera de la realidad se puede pagar con salirse de la carretera.  Ser realistas durante la tormenta, en vez de ponerse la venda en mitad de ella y chupar sapos. Protegerse siempre, quizás llevando el chaleco antibalas y la amabilidad de una sonrisa. Ser creativos en el trato a los demás, ser poéticos en nuestras palabras y abundante en hechos, en buenos hechos. Que la palabra 'esperanza' no se quede escuálida y muera por desnutrición. 

Así escribe Elva, como si hablara con alguien, aunque la estancia está vacía...



1 dic 2020

Minirrelato: El sueño de Elva (XIII)


El Principito
 Elva camina campo a través, el atardecer enreda sus rayos entre los árboles escuálidos. La humedad marida con el sudor del esfuerzo de la ascensión. A veces tiene flashbacks del pasado, cuando giró mirando al sol, éste le trajo un recuerdo breve, tan breve que se tornó sensación. Quizás si hubiera sido más potente aquel rayo la hubiese llevado al sitio y al momento en cuestión. Se quedó con la miel en los labios, se sintió como el Principito viajando entre las estrellas, entre los mundos. 

El Principito que tuvo que irse para reconocer lo bueno que dejaba atrás, pero nadie le dijo al niño que ningún tiempo pasado fue mejor. Pues, el tiempo corre para ellos y para ti, y nunca están igual que los dejaste. La rosa, ya es rosal y se fecunda en tu ausencia sin que intervengas. Cuando vuelvas a tu reino Principito. Ella es otra y los baobabs están en multipropiedad. Llegas y tu memoria se rompe, lloras en tu planeta, ora de pena, ora de alegría. Pues, el Principito como ser noble que es, se alegra de que las cosas cambien, mejoren, muten. 

Al igual que nadie le avisa del cambio de las cosas, y la mutación de la realidad, nadie le avisó de la barba y el cuerpo atlético listo para el combate o lo que la rosa hubiera querido. El minúsculo planeta ya no le sirve de cuna. Pero entre la rosa, el cordero y los baobabs estaba completo el terreno. Se alegró, porque el Príncipe se sabía rico. Pues, había entendido que la verdadera riqueza estaba en la libertad de entrar y salir, subir y bajar, irte y volver. Ninguna cadena tenía atrapados sus pies, ningún eslabón o grillete ataba sus  manos o ahogaba su garganta. Esa libertad que muy pocos conocen, porque confunden volver al hogar con entrar a un nido de plata, decorado de créditos e hipotecas. Se los dijo, la tierra que compras espera pacientemente la madera de tu ataúd, o el palomar  que acoja tus cenizas...

Elva tropezó y se le cayó un libro, se agachó a recogerlo y le dio tiempo de ver la cola de un zorro y un trozo de túnica azul.  Suspiró, hacía rato que los notaba respirar cerca. Se puso derecha y al ver que el sol apenas estaba presente. Decidió regresar a casa pesando que el 'ahora' es más pleno de lo que creía.

Minirrelato: Al estilo Ennio Morricone

Morricone Xilófono de entrada,  hace imaginar una bailarina, leve y ligera, pero pronto la banda sonora trae intriga al cuadro. El tutú se v...