Manuel en su taller. Fotos:YSH |
En esa zona escondida no atracan los grandes cruceros de turistas, pero están amarrados en perfecto orden barcos que harían las delicias de los amantes del mar y las pequeñas construcciones. Ese lugar, está en el barrio de La Alegría de la Huerta, en el taller de Manuel Mármol. Un pequeño local de dos alturas, arriba monta las obras, abajo presenta una pequeña exposición. Siempre tiene las puertas abiertas para todo el que desee mirar.
Manuel, de 66 años, antes era peón de la construcción ahora está jubilado. A pesar de esto no deja de estar activo, ya que desde hace diez años tiene como hobby construir barcos en miniatura. Manuel es artesano de vocación y autodidacta de formación, sin conocimientos previos construye los barcos que se dibujan en su cabeza sin utilizar plano alguno.
Unos problemas de corazón le hicieron elegir entre el tabaco y los barcos, el taller ha sido para él la mejor terapia, dedicándole cinco o seis horas cada día. Su producción aumentó mucho, pero dice con pena que: "Le robaron en el taller hace tres años y no lo denuncié, pero suelo ir a los mercadillos a ver si los venden por allí. Seguro que tiene que haber barcos míos en casa de alguien".
Cada barco tiene personalidad propia, ya que están construidos con materiales reciclados y mucha creatividad: persianas de madera, troncos abandonados, sillas, cabeceros de cama. Hasta las velas fueron cortinas en su vida anterior. "Sólo gasto tiempo y cola. Intento cuidar todos los detalles: el interior, las escaleras, el acceso a los camarotes. Para hacer el Titanic tardé cinco meses" y añade: "No dispongo de un buen taller, pero mis herramientas estrella son un guarrito, una segueta y la cortadora". Este artesano no le pone precio a sus obras: "No las vendería, pero me encantaría exponerlas, mostrárselas a la gente".
Cada barco tiene personalidad propia, ya que están construidos con materiales reciclados y mucha creatividad: persianas de madera, troncos abandonados, sillas, cabeceros de cama. Hasta las velas fueron cortinas en su vida anterior. "Sólo gasto tiempo y cola. Intento cuidar todos los detalles: el interior, las escaleras, el acceso a los camarotes. Para hacer el Titanic tardé cinco meses" y añade: "No dispongo de un buen taller, pero mis herramientas estrella son un guarrito, una segueta y la cortadora". Este artesano no le pone precio a sus obras: "No las vendería, pero me encantaría exponerlas, mostrárselas a la gente".
Hasta ese puerto no llegan los peces a esconderse bajo la quilla de los barcos, ni se posan las gaviotas en el palo mayor, pero ellos quietos y en silencio sueñan con ver el mar.
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