interrumpió la escritura.
Aquel aciago día perdió
su tan cara frescura.
Pues, los versos libres,
nada saben de ataduras.
Obligados a ceñirse a
tan apretada armadura,
a lomos del romance
lucen su vestidura.
Sola aprendió a volar,
a blandir presta la pluma.
Dibujando pensamientos,
salvajes desde la cuna.
Sinceros en sus adentros,
amables son de natura.
Y sobre todo, libres.
Libres como el agua pura.
Pura y en apacible remanso,
indomable cascada en altura,
pues los versos libres,
nada saben de ataduras.
Mejorar siempre, sí.
Estancarse y morir, nunca.
Dedicado a José Navas Molina. Alcalá de Henares. Madrid, 2004
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