Hay gente que se cree con el don de cambiar al prójimo: charlas, sermones, consejos, trucos. Todo vale. El problema es que no me siento arcilla en manos expertas. Y menos aún si son amateur con complejo de salvadores.
Cuando no aceptamos los defectos del otro y nos empeñamos en pulirlos en pro de un supuesto potencial que hay en su interior. Esperando disfrutar de las capacidades que no se ven a simple vista. Esos atributos invisibles que nadie valora, pero que todos echan en falta.
Pero claro, ¿quién capacita a parejas, novios, amigos, vecinos del quinto a pulir los defectos de los demás? Estoy un poquito harta, porque la paciencia y las buenas palabras no han valido para nada. Y ya me dan ganas de sacar a la niña del mechero que hay en mí.
De verdad, semidioses, gurús y demás familia. Si al final sale la dragona os la habéis buscado. Por mucho barniz de buena intención que queráis ofrecer. He dicho.
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