
En las huellas dactilares se apelotonan las historias de otros, de muchos, son dedos que escuchan y que no pueden callar. Cada vez que le cuentan un secreto sufre y grita en silencio aquello que no puede contar. Respetando el sagrado convenio de la oreja confesora. A veces, hasta las huellas dactilares se tornan grises en agonioso silencio, amoratados los cachetes de mantener la respiración. Apestosa apnea de las oscuridades ajenas.
Enfrentaos a vuestros propios demonios, sacadlos a la luz en soledad o en compañía. Que no os hagan falta traductores. No os castiguéis por ser humanos con ansias de eternidad, pero no volváis la realidad más terrible de lo que ya es. Nos masturbamos con películas mentales y ensoñaciones de una realidad mejor de lo que podemos crear. Porque la fantasía siempre es calidad etiqueta negra y nos encantan las etiquetas con abolengo y lujo.
Usar un vocabulario bastardo es propio de las almas atormentadas y que no temen la crueldad de las palabras, la magia negra que pueden desprender. El oscurantismo implícito en cualquier demagogia barata a merced de cualquiera. Es como admitir por fin que hasta la llama de una vela tiene sombra. Comprobadlo.
Quería contar la historia de aquel viejo futbolista con un bote de crema hidratante en la mano, quería contaros la vida de su mujer que olvida cómo él la regaña por cansina pero no olvida cómo prepararle de comer. Quería contaros la historia de la "encargaílla" que me transmite la sabiduría de la cocinas. O aquella otra que mira con recelo cómo la edad le confiere canas y se le roban los poderes. Ella que manejaba las cajas de su imperio y ha quedado reducida a la cajita de metal debajo de la tele y a un presupuesto semanal.
Quería contaros tantas cosas, pero el río me vuelve dispersa, los miro y les digo: Protejan su memoria. Rompisteis moldes, fuisteis valientes, tuvisteis vidas fascinantes. Sé por qué corréis, nadáis, gritáis. También escucho el latido de vuestro reloj y cómo cambia de cadencia, entiendo la urgencia... Mis dedos os dan audiencia, pero sois muchos. De a poquito, por favor...
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