
En muchas conversaciones entre mujeres, ver a un varón uniformado es sinónimo de miradas furtivas disimulando, o no, ardientes y lascivos comentarios, hasta con el marido delante. Y el otro callado, resignado por el tópico. Ya que a él le sobraba el uniforme en las féminas. Comentario que guardó para sus adentros, pues como canta Sabina: "Si me preguntas por la vida. Lo niego todo. Aquellos polvos y estos lodos."
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