Francisco Umbral. Foto: El Mundo.es |
Las opciones baratas como las de: envidiar a tu vecino el mochilero, que actualiza su álbum de fotos del Facebook cada quince minutos, o los viajes astrales no cuentan. Oportunidades hay muchas, algunas de las que soy ferviente practicante son: visitar museos, hacer cursos de verano o ir a charlas interesantes. Para decirlo bonito, hacer 'turismo cultural o intelectual'. Esto es, poner las orejas en modo On y en actitud de aprender.
En una de estas escapadas mías, descubrí a Paco Umbral (1932-2008), escritor y articulista del que se celebra el aniversario de su muerte en estos días (28 de agosto). El periodista y columnista de Diario Sur, Jesús Nieto Jurado, ejerce bien el apostolado y con su proselitismo agresivo consigue despertar la curiosidad suficiente para que decidas explorar lecturas nuevas. Si bien es cierto, que la muerte tiene la rara facultad de dignificar la carne transformando a los individuos en santos, en héroes, en leyendas o en estrellas. En este caso, merece la pena profundizar en el legado umbralista. La obra trasciende al hombre y convierte sus defectos en extravagancias razonables.
He leído poco de su extensa obra, tan solo una recopilación de artículos suyos de un estudio hecho en la UMA, Diez articulistas para la historia de la literatura española de León Gross y Gómez Calderón (Ed. APM). Donde encontré al Umbral columnista y me pareció: soberbio, inteligente, lúcido y clarividente.
Luego, me fuí a por el Umbral novelista, empezando con Las Ninfas, y ya voy por la mitad de Los helechos arborescentes. Y si en la primera, nos descubre el despertar de un joven escritor que se encuentra en la tesitura de demostrar que los artistas no son vagos, sino arquitectos de las letras en busca de la perfección constante. En la segunda - Los Helechos - me ha sorprendido leer como 'putea' a los grandes de las Letras y la Cultura con mayúsculas. Los putea, sí, que los manda de putas lisa y llanamente. Añadiendo aristas y cristales rotos al imaginario colectivo: Zorrilla, Larra, Benito Peréz Galdós... Diciéndole al lector, con su retórica prostibularia, que hasta los galácticos tienen lado oscuro, miserias que los vuelven pequeños, incluso ridículos.
He leído poco de su extensa obra, tan solo una recopilación de artículos suyos de un estudio hecho en la UMA, Diez articulistas para la historia de la literatura española de León Gross y Gómez Calderón (Ed. APM). Donde encontré al Umbral columnista y me pareció: soberbio, inteligente, lúcido y clarividente.
Luego, me fuí a por el Umbral novelista, empezando con Las Ninfas, y ya voy por la mitad de Los helechos arborescentes. Y si en la primera, nos descubre el despertar de un joven escritor que se encuentra en la tesitura de demostrar que los artistas no son vagos, sino arquitectos de las letras en busca de la perfección constante. En la segunda - Los Helechos - me ha sorprendido leer como 'putea' a los grandes de las Letras y la Cultura con mayúsculas. Los putea, sí, que los manda de putas lisa y llanamente. Añadiendo aristas y cristales rotos al imaginario colectivo: Zorrilla, Larra, Benito Peréz Galdós... Diciéndole al lector, con su retórica prostibularia, que hasta los galácticos tienen lado oscuro, miserias que los vuelven pequeños, incluso ridículos.
Sobre Umbral hay mucho que decir, y yo no tengo la preparación sacerdotal necesaria para pontificar sobre esto, pero animo a los lectores a que lo descubran por sí mismos. El verano ofrece momentos vacíos que merece la pena completar con un buen libro. Leer sus obras es como mantener una conversación póstuma, y aunque ya nadie se siente en la silla del Café Gijón - el café de los literatos sito en la calle Recoletos, 21 (Madrid) - es en esas páginas impresas donde está su esencia.
"Hay días que escriben biografías y otros que pasan en blanco" Francisco Umbral, Las Ninfas.
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