6 jun 2021

Minirrelato: El sueño de Elva (XIX)

 

Manostijeras (1990)

Cuando tus manos son las mismas con las que te produces cicatrices, y nadie te dice que en vez de manos tienes tijeras y eres capaz de dañarte o herir a otros. Coges miedo de tu propio poder, si tienes la mala suerte de encontrarle un uso de destrucción masivo, realizarte aunque sea a malas, te da una razón para vivir.  Sino que se lo digan  a Joseph Goebbels y tanto otros que usaron sus dones para aniquilar a la humanidad que le estorbaba. 

Las pruebas de poder las tenemos todos, podemos hacer el bien, el mal o pasar del tema como quien no ha visto nada. De hecho los telediarios y nuestros días están llenos de decisiones así. Somos poderosos desde nuestra imperfección como humanos. Pero, hay momentos en que la capa está colgada para momentos 'in extremis'. No vaya a ser que se 'descoloríe' de tanto usarla.

Elva recordó a Eduardo Manos tijeras, que con un poder destructivo en sus manos decidió que crearía belleza allí donde fuera a posarlas. Ella miró sus dedos: largos, uñas pintadas a la moda, acababa de echarse crema en las piernas morenas por el sol de la playa. Se sintió poderosa, pero sin descubrir aún cuál era su super poder. Estamos en la era de los super X:  gente que saca matrículas de honor como churros, gente que inventa comida de las algas del mar, gente que busca la manera de acabar con las islas de basura que flotan en los océanos. Gente que inventa, crea, ingenia, supervisa. Todos son superpoderosos en su área, pero ella solo sentía el poder, como una candela de madrugada. ¿Cuándo se convertiría en potente llama? 

Solo una vez en la vida notó que el poder se le subía a la cabeza y se sintió diosa. Le ardía hasta la médula, miraba a los demás desde arriba y podía saber a ciencia cierta qué sentían en ese momento: compasión, miedo, rabia, venganza, deseo sexual, comprensión, sabía quién la quería a su lado y quién quería alejarla. No le gustó. No quiso saber tanto, prefirió negar su don y quedarse ciega. Como la divina Justicia, aunque quizás quedar a merced de los lobos, pero atenta ante la posibilidad de vivir en la ingenuidad del que es feliz en la ignorancia de la inmediatez, del "Ahora" que ella no inventó. Ya es una más de la generación I (Instantánea) sin grumitos... Ella a su manera, usó sus tijeras para hacer sentir bellos a los demás... Buenas noches Elva

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