5 jun 2021

Minirrelato: El sueño del Elva (XVI)


Amélie (2001)

Elva miraba la película por décima  vez, la mirada de ella abierta de par en par. La sonrisa inocente del que tiene el alma limpia y joven, aniñada diría. Unos ojos que hacen grande lo pequeño y gigantesco lo minúsculo. Un alma hecha de pétalos de flores y alas de mariposa, pero duras como las puntas de las bailarinas a fuerza de 'pointe'. Sacrificio y constancia, hadas de metal.  Amélie y su piano director, ella y sus fotografías que reconstruían vidas rotas. Vidas que nadie tenía interés de recoger del suelo salvo ella. Que les ponía nombre y apellidos. Así es, su heroína de la gran pantalla y cuya mirada la recogía a salvo en algún lugar de su alma.

El alma de Elva o Amélie o viceversa, eran jinetes amazonas de bicicletas y bufandas de colores solares, bailando en plena calle las bandas sonoras que solo sonaban en sus cabezas. El piano, el xilófono, la percusión, el viento barrigón, todos daban color y luz a sus días,  y paz a sus noches. Medias de colores chillones y sombreros a juego para que el sol no pintara más pequitas en su francesita cara.

A Elva la edad la ponía en su sitio y no era el sol sino los estrógenos los que dibujaban pecas que daban un falso moreno a su cara. Manchas que en la mágica televisión desaparecían, pero que en las tiendas de cosméticos, las  empleadas se empeñaban en esconder detrás de los productos más caros, para que te los llevaras primeros.

Tanto Elva como Amélie, sabían que todo tenía una vuelta de tortilla a la francesa y un poco de acordeón, a fuerza de echarle imaginación e inocencia infantil. Mientras suena el piano, como los latidos del corazón bailando un 'pas a deux'. Amélie y Elva se hacen reverencias y se toman de la mano, como aquellos bailarines eternos de las cajas de música, que bailan sin tocarse, pero cuyos besos volaban con las notas musicales. 

Amelíe, susurra: Elva, no te alejes de mí, no dejes de recordarme que la inocencia es es el tesoro de los vivos y los enamorados. Y ella, solo podía contestar llorando, aunque sonara una marcha triunfal. Elva habla siempre de amor, porque en su corazón germinó hace tiempo el rosedal del romanticismo y Amor se quedó atrapado entre sus espinas. 

No lo suelta, aunque ella se lo recuerda: Elva no seas egoísta, el mundo necesita amor, libertad y alegría, no puedes atraparlos en tu egoísmo infantil. La ingenuidad no es avariciosa, es generosa como el agua que corre, como el aire que respiras y luego devuelves, no te lo puedes quedar, pues se volvería tóxico.

- Amelíe, tienes razón. ¿Pero, cómo no ser egoísta? ¿Cómo ser generosa en la sequía de la pobreza? ¿Cómo no ser cazadora cuando el hambre aprieta? ¿Cómo dejar de bailar cuando suenan el piano y el violín como si estuvieran haciendo el amor en el aire y a plena vista? ¿Crees a caso Amelíe que tu alegría es perpetua? ¿Acaso tomas psicotrópicos o seré yo la que me perdí en tu fotograma para siempre? ¿Acaso estoy atrapada en la escena en la que recoges fotos rotas y abandonadas en el fotomatón? ¿Seré yo acaso una foto más en tu álbum de recortes, Amelíe?

- Elva: Mírame con tus preciosos ojos de plato mirando la gran pantalla, quiero ser ese telón blanco que recoge todas las fantasías que te hacen llorar, reír, soñar y sentirte libre. Eres una 'rara avis' y yo solo un recorte en blanco y negro. El piano marca el camino a seguir todo el tiempo, como sargento en su última batalla. Llorar, no sé si llorar, el piano no marca el camino de las lágrimas, tan solo te ordena seguir. ¿Cuándo termina la película Amélie? Cuando las teclas dejen de dibujar el plano a seguir, 

- Dile que se calle, no puedo seguir el ritmo, parece que me ha oído y ha bajado el 'tempo'. Gracias por escuchar el ruego del personaje de una secuencia en la que una foto- vista en picado por la cámara-  en la basura vuelve a tener vida. Y de repente suena el xilófono, de la alegría, de los sueños, que vuelven a empezar. Saliste del olvido, al momento presente y ella te hace bailar de nuevo, con la ilusión del que se siente por primera vez en la máquina del fotomatón, y en el tercer intento sales guapa, Elva sonríe con la sonrisa infantil, feliz, ingenua como en la película de Améle. 

2 comentarios:

Unknown dijo...

Es una mini historia que a muchos nos ha pasado,vernos reflejados en el personaje de la pantalla,o necesitar de ese personaje para que nos acompañe en nuestra vida. Así lo veo yo.

yeiza dijo...

Sí, Anonymous, tienes toda la razón, a veces nos hace falta una careta para protegernos de aquello que se nos atraganta, gracias por compartir tu tiempo conmigo.

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