Elva se acuesta mientras se imagina así misma escribiendo en su diario...Fantasías y sueños, algunos reconfortantes y otros extraños. Le decimos a los dedos que escriban sin consultar a la mente, que cojan el camino de en medio y se pierdan en la abstracción. Que use las manos como los buscadores de oro.
Poco a poco se quita la ropa y se deshace en efervescencia en el río de la vida. Nada en el agua, pero no sacia su sed. Ve al resto de peces pero ella no es un pez. Los observa respirar líquido y comer al mismo tiempo. Parecen seres simples, pero no ha hablado con ellos para hacer juicios.
Se marcha de allí y continúa buscando a los seres oscuros de las cimas más profundas, cuando llega ve luz y se extraña. Son seres iridiscentes que iluminan las sombras. El mundo al revés pensó. Siguió nadando hasta que sintió que necesitaba respirar, sacó la cabeza y lloró al ver el mar lleno de cadáveres flotando en la superficie. ¿Dios, que ha pasado?
Eran cuerpos de soldados de barcos hundidos, eran cuerpos de migrantes que viajaban en frágiles
pateras, eran islas de plásticos y peces muertos por indigestión de objetos extraños. Elva empezó a llorar, gemir y gritar cada vez más alto, hasta que despertó...
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