El Gatopardo |
Elva hace mucho que no duerme, toma café para espabilarse y ansiolíticos con pan para detener las taquicardias y los temblores. Todo estaba fuera de lugar, un virus con corona ha llegado al planeta y lo ha puesto todo patas arriba. ¡Maravilloso!- pensaba, pero al rato empezaba a llorar por los vivos contagiados y por los fallecidos muertos en soledad. Todo le parecía una película, una profecía cumplida de Nostradamus, o una plaga más del Apocalípsis. A los conspiracionistas ni les hacía caso, quería datos, datos. Estadísticas que se sucedían y le daban tranquilidad o un síncope dependiendo del sentido de la curva.
No tenía tiempo para soñar, estaba montando guardia en su ventana, sabía qué vecinos se pasaban el confinamiento dándose paseos con la excusa de 'los olvidados', sabía qué enamorados quedaban para 'uno rápido', sabía qué vecina preparaba ensaladilla rusa para otra que se había puesto mala. Sabía qué chavales ayudaban a los mayores cargando agua o fruta. Sabía qué policía volvía de madrugada y se levantaba al alba para desinfectar el coche. Conocía a la panadera que encendía el horno a la misma hora. Conocía el código de las persianas - abiertas todo bien. Cerrada muchos días, tocar a ver qué pasa con esa persona y amiga, primeras propietarias del bloque.
Elva observaba a los abuelos, hijos y nietos. Observaba cómo algunos se volcaban en los cuidados y no tenían vida personal, mientras otros esgrimen el comentario de: "Cuidarlo, fue tu decisión". Y, ¿qué se contesta? ¿Qué se dice cuando lo de escurrir el bulto está normalizado? Elva se encendía, se indignaba. Llevaba todo el confinamiento enfadada con el mundo. Esta pandemia nos hará mejores personas, pero con el ligero mátiz de: "Será el que quiera, ¿no?". Elva rabiaba al recordar la frase del Gatopardismo: «Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie» de Giuseppe Tomasi di Lampedusa .
Todo está cambiando, pero que no siga igual, que se renueven las estructuras de pensamiento y de las instituciones, y los modelos insostenibles. Elva se lo repetía sin cesar: No volvamos a lo mismo, aprovechemos para mejorar - Esto último lo dijo en voz alta, como si alguien pudiera escucharla en su solitario piso de cuarentona invisible. Lo repitió como un mantra. Al hacerlo se le normalizó la respiración, el corazón ya latía acompasado, los temblores de la ansiedad, el miedo y la incertidumbre dejaron paso al pulso firme del cirujano apunto de operar. Muchas capacidades aún sin desarrollar y mucho por hacer, campo fértil convertido en almohada. Pues, la salud se esconde en los sueños y en despertar lúcida para continuar con su solitaria crónica hasta que todo acabe. Iría al gimnasio, se haría unas oposiciones.... Pero, si no es año nuevo con sus propósitos y deseos... Es una nueva oportunidad de caminar diferente, de reflexionar, de trascender.....Zzzzzzzzzzzz
2 comentarios:
Muy bueno.....
Celebro que le guste, un abrazo
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