Había una vez una pizarra llamada Ana, llena de letras y números, unas veces sostenía el mapa mundi o el esqueleto del viejo Antonio, el carnicero, que donó su cuerpo a la ciencia y sus huesos llegaron al colegio. La pizarra era verde como todas las pizarras analógicas, que ya las están cambiando por pantallas enrollables. Mientras fuera más rápida que ellas no eran competencia- se decía para sí. El profesor escribía o hacía diagramas a los alumnos que atentos miraban su superficie.
Una noche la pizarra enrollable se puso a hablar con ella, ya se había tomado su tiempo, pues hacía dos años que la habían anclado al techo y todavía no había dicho ni buenos días. Ni si quiera había intervenido en las conversaciones con los pupitres o con Antonio, que el hombre aún conservaba un sentido del humor muy fino.
-Hace mucho tiempo que estás ahí colgada, ¿no pizarra? - Sí, contestó ella que no sabía por dónde andaban los hilos. ¿Puedes leer lo que escriben en tu lomo los profesores? - No, dijo ella con candidez. Pero, puedo recordar algunas cosas, disfruto tanto con la clase, que no me fijo en las caligrafías ni en los diagramas. No me gusta leer si es a lo que te refieres.
La pizarra enrollable escandalizada no paró de reírse, con los años que tú llevas de servicio y ¿qué no sabes diferenciar una suma de la letra 'a'? No me lo puedo creer Ana. Yo, soy el modelo M-213G y sé perfectamente cuánto es la raíz cuadrada de nueve.
- Estrés, dijo la pizarra Ana entre risas, un estrés insoportable, reía mientras la mirada del modelo M-213G era una mezcla de reprobación y lástima. Bendito sea el señor que inventó la linterna. ¿Cómo se puede ser tan ignorante?
A ese comentario, Antonio el esqueleto se le encogió el entrecejo y a Ana la pizarra se le escapó lo que sigue:
Cómo llama usted ignorante al que ha vivido para educar a generaciones, siempre en segundo lugar para que los reflejos no cegaran las gafas de los alumnos. Destacando las letras para que los que estaban sentados en la fila de atrás no se perdieran ni una coma. Cómo me llama usted ignorante cuando en mi piel llevo tatuada la tabla periódica, los ríos de la cornisa cantábrica y el delta del Ebro. ¿Cómo puede usted llamarme ignorante cuando sé de oído poemas enteros de la literatura universal? ¿Cómo puede usted llamar ignorante al que enseñó a leer 'm' con 'a' 'ma'. Y al que definió las palabras: protozoo, pluricelular o las diferentes eras de la Tierra, ¿sabes tú acaso que significa 'Pangea'?
El modelo M-213G tenía conexión Wifi y podría buscar todo eso en la red, pero prefirió no crearse más enemigos, pues los pupitres ya la miraban con ojeriza, la papelera le escupió un chicle sin acierto, y el esqueleto Antonio le hacía dedos a dos manos. Pidió, perdón a todos, se enrolló y se quedó dormido pensado que hay muchas maneras de saber.