Alfonsina Storni |
Los iguales se encuentran y se reconocen, Elva corrió hacia el mar, le pareció escucharla rezando versos. Besos mezclados con espuma y arena, va tras ella. El pecho castrado no arrastró el corazón de Alfonsina, que se entregó al agua salada de la madre más grande, buscando su lecho en el fondo. Justo allí donde el eco reverbera en catedrales sumergidas. Maestra de mujeres, piloto de nadie. Ella solo fue, se dio permiso de ser, y morir como mueren los grandes, como les da la gana.
Elva continuaba mirando el mar bravo, creía verla entre las olas, murió con la bella muerte de los poetas, el suicidio con espuma y resaca. Para transformarse en un espíritu más que susurra palabras de libertad en cada exhalación. ¿Acaso crees que morir ahogado en el mar es fácil? ¿Morir en un entorno que es la gran barriga? ¿Ahogarte en esa agua que nos recuerda el líquido primigenio que nos protegió de chicos? ¿Acaso crees que el suicidio es una cobardía? No Elva, es lo más fríamente calculado que he hecho, ni los versos más enrevesados me dedicaron tanta atención. Morir de pie antes que el cuerpo se pudra en vida. No hay poesía en la putrefacción consciente.
Mi querida Elva, nos hemos conocido por casualidad y ya me cuentas tus inquietudes, mi biografía te inspira dices. Escribe la tuya, Elva. Y cuando despiertes mañana, recuerda que Alfonsina Storni no estaba enajenada, tan solo hablaba en otro idioma. Un lenguaje intenso y desde las entrañas, donde el drama se funde con la inspiración y se desnudan para amarse, para preñar hojas y cuadernos. ¿Una orgía literaria? Si tocas ese papel Elva, está latiendo aunque no lo sientas, aunque no lo sientas ...
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