Amas, pescadoras de perlas. Tokio |
Elva remolonea en la cama, de fondo la lavadora centrifuga y Norah Jones canta a media voz. Se mira las uñas pintadas de azul eléctrico. Ha pasado el día disfrutando de un tiempo que lucha por agarrarse a los "ahoras"que rezan los gurús. De día sigue a muchos para adelantar las horas, de noche le sobran todos. Demasiada gente en su cama. Demasiados guías espirituales con pócimas mágicas de un solo uso. Solo quiere dormir, soñar y recordar lo soñado. Se le mezclan el pasado y el presente, pero se siente viva al recordar su vida onírica. Como si fuera una doble vida, sin testigos, sin críticos, sin censura, la que se permite ser.
Esa vida morféica de la que siempre renegó: "Dormir es una pérdida de tiempo" es ahora su refugio y su vida real. Canta Norah, pero no la distraigas, que tus lágrimas y las suyas se funden volviéndolas menos saladas. Elva mira el techo mientras rememora un documental sobre la vida de Alfonsina Storni que acababa de ver, y de cómo se funde la historia de su suicidio, su muerte voluntaria con la fantasía de la poesía de su pluma y las canciones de los románticos. No hace falta una muerte violenta para ser un no vivo- pensó suspirando, con pasarte la vida durmiendo y no tener recuerdo de lo soñado, es como vivir sin vivir porque el cerebro olvidó hacer la copia de seguridad.
Jones cambia de canción y Elva ya no la escucha, el dulce frío del abrazo de la almohada la reconforta, y siente como el efecto de los sedantes la sumen en la borrachera nocturna que le impide tirarse a la calle de madrugada y convertirse en esa mala mujer, a la que teme pero que añora. Esa que se lanza al fondo del mar a buscar perlas a pulmón libre...
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