27 mar 2013

Poesía: Semana Santa malagueña. A la Virgen de las Penas


¡Mira qué bonita, qué bonita viene!
Grita la gente al verla salir.
Majestuosa y bella,
etérea y frágil,
sale ya la Virgen, la Virgen de las Penas.
En su trono de plata
con cielo verde.
Radiante de luz y oro.
Pañuelo en mano 
y lágrimas en los ojos.
Desde la salida del templo
hasta su regreso,
es transportada y mecida
por cientos de hombros.
Malagueños devotos, 
hermandad y cofradía
de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Agonía,
María Santísima de las Penas
y Santo Domingo de la Calzada,
son porteadores de la Virgen, 
la virgen de las Penas.
Desde la salida hasta la vuelta,
llevan a su reina,
guiados por el capataz 
y animados por tambores y cornetas. 
Toda Málaga es un grito: ¡Guapa, guapa!
Llevan a su Virgen, la virgen de las Penas.
Madre protectora de sus penitentes,
capirotes y promesas.
Los porteadores,
sin más compañía que Ella,
la miran: ¡Tan frágil, tan bella!
Santiguándose, ocupa cada uno su lugar.
Su puesto en el baral.
Respiran tomando aliento,
llenando los pulmones 
de olor a sudor, claveles,
sangre e incienso.
Preparados ponen el hombro,
y afirman el paso.
El rumor de las oraciones
y el toque de la campana
acompañan su itinerario.
Desde Nosquera a Comedias,
pasando por la Alameda,
serpenteando por las callejuelas,
impregna el camino
con el olor a Su manto.
Manto verde Esperanza,
decorado de claveles blancos.
Fresco y protector manto
que en él a todos resguarda.
¡Qué bonita va la Virgen!
En su trono de plata con cielo verde.
Andando sin pisar el suelo
hasta volver al templo,
donde guardan su trono.
Ella regresa al altar.
Ahora, Málaga reza bajito.
Rezan y prometen que allí estarán el año que viene. 
Se marchan los penitentes,
capirotes y promesas.
Se marchan sus porteadores,
dolorido el hombro
y el alma contenta.
 12/04/2001

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