14 may 2016

Minirreflexión: Vivir en modo macro

Foto en macro
Tal y como reza el título de esta reflexión, vivir en modo macro, es estar con la mirada enfocada en un punto hasta sacar de ella la belleza del detalle. Esto aplicado a la vida real es coleccionar instantes, y desmenuzar la existencia hasta reducirla a un fotograma. O lo que es lo mismo, vivir en carne viva.

Vivir sin piel no es práctico pero se puede, se sobrevive. Te vuelves alérgico a la luz, al sonido, al bullicio. Hay que exponerse, pero no todo a la vez. Se colapsaría el sistema. La información que llega es demasiado compleja en su sencillez. Pues, el modo macro te vuelve especialista de tu circunferencia, nada más. A menos que abras el objetivo y amplíes hasta la  profundidad de campo. 

Pasar de un estado a otro es complicado. A los macro-adictos se nos tacha de sensibleros, gente con ganas de vivir en el drama, de ser gente que defiende lo insignificante. Es cierto que este tipo de labor hace gigantesco lo pequeño. Y en eso los macro debemos ser responsables de lo que ampliamos. Desde luego que somos fieles al hecho, la duda ofende, somos fieles al retrato. Aunque algunos renieguen de la precisión del resultado. 

Además, la grandiosidad no se le puede regalar a cualquiera. No es egotismo, es responsabilidad. La Historia con mayúsculas muestra episodios llenos de la fanfarria que se monta para engrandecer a mindundis zalameros. Individuos con afán de moldear la vida de los demás según el filtro del color de su manía.

La fotografía fija y en movimiento nos ha hecho mirar el mundo, y a lo que él habita, de manera que cualquiera se siente Dios. Podemos echarle toda la imaginación que queramos, pero la vida es compleja y merece una buena reflexión al detalle y de manera holística. Ejercicio apto solo a valientes... Sonríe al pajarito :-)

10 may 2016

Minirrelato: Escribir de oído

Pepa golpea la pared, lleva toda la noche intentando escribir  algo. Ha destrozado miles de páginas en blanco virtuales. El suelo estaría lleno de bolas si las pantallas fueran arrugables. Unas veces se desesperaba riéndose, otras lloraba con ansiedad o maldecía infinitamente a todos los santos. ¿Acaso sé escribir?- se repetía una y otra vez. 

No tenía ningún otro don que ella fuera consciente. Desde que le dijeron que se le daban bien las letras, jugaba a ser escritora. Había apostado al caballo perdedor y lo sabía. ¿Negativa? Quizá, pero se limitaba a escribir como divertimento. Sin ansias de grandeza. Solía sentarse ante la pantalla y dejarse llevar. Había sido lectora voraz y eso siempre deja poso en el estilo. Mezcla de todos y de nadie. 

Escritora pudorosa a veces, extravagante otras, invisible la mayoría. Hoy en día parecía ser indispensable inventarse mundos paralelos donde los seres híbridos morían por amor a la humanidad o los individuos desaparecen hasta que aparece el héroe de turno. Todo la aburría, esa vida era repetitiva y no quería ser cronista de la realidad inventada por una mente calenturienta. 

Ella apostaba por la aburrida realidad vecinal, la intensa vida de la señora del quinto que trabajaba catorce horas en el bar de la esquina. Y vivía asustada por  no cortarse con los cuchillos mal afilados o quemarse con la freidora. Porque si cometía alguno de esos delitos iría derecha al paro a cobrar la mitad de la jornada. Porque solo la tienen asegurada cuatro horas aunque trabaja la suma de diez más cuatro. La vecina del quinto vive agradecida a su suerte y a sus jefes por darle la oportunidad de llevar dinero a su casa. Aunque no pueda ver a su hijo. No puede verlo, pero el sacrificio es por él.

Pepa como escritora se siente incapaz de inventar historias, necesita verlas, escucharlas, preguntarles a sus personajes cómo se sienten, cuáles son esas razones que te hacer vivir en régimen de esclavitud en una sociedad como la nuestra. Donde la fila de personas en los locales que ofrecen un plato de comida caliente es cada vez más larga. Aunque lleven móviles caros en los bolsillos. Contradicciones que rozan la paradoja. Emocionantemente macabro a veces.

Ella no va de femme fatale, si quieres la lees y sino no la lees. Antes bombardeaba a sus conocidos para que visitaran sus escritos. Hasta que se sintió ridícula o incluso atacada. ¡No sabes escribir, te limitas a plasmar la realidad. Sólo borras los nombres y los apellidos de la gente!- gritó alguno.

Es cierto, tal y como hay músicos que aprenden ellos solos a tocar de manera autodidacta. Ella necesita escuchar a la vecina del quinto y escribir. Hoy Pepa no puede teclear nada, porque por mucho que abre el oído no se oye ni un paso en el piso de arriba. No se escuchan los susurros diciéndole a su hijo dormido que falta menos para su día libre. Que la niñera es buena gente pero que ella es su madre y le quiere hasta el infinito.

Sí, se siente una escritora responsable, no quiere llenar el espacio virtual de imaginaciones evanescentes. No sabe inventar, sólo tomar instantáneas y describirlas. Como una pintora de letras. Dibujar con susurros escritos en renglones torcidos.  De repente, escucha unas llaves que caen al suelo y unos pasos que suben despacio los escalones. La vecina del quinto abre la puerta y ella teclea despacio.


Minirrelato: Al estilo Ennio Morricone

Morricone Xilófono de entrada,  hace imaginar una bailarina, leve y ligera, pero pronto la banda sonora trae intriga al cuadro. El tutú se v...