24 dic 2016

Minirrelato: Cartas al Universo desde la nada

Querido Universo:

Varias veces en diferentes tiempos y lugares, diversas personas me han dicho que poseo el don de la clarividencia, que algún día podré controlarlo o me llevará por delante. Sinceramente creo que es éste último quien manda.  Hace tiempo que escucho, veo y escribo. Pero no puedo intervenir,  es el tiempo quien me da la razón.

He rechazado tal don porque no aporta nada a nadie. Me siento como un explorador adelantado que cuenta lo que ve y cuando todos llegan ven lo mismo que tú. ¿Qué mérito tiene eso? Sí, Universo cuestiono tus decisiones a la hora de otorgar los dones. Supuestamente me has bendecido con el don de la palabra, mucha gente se sorprende de que sea capaz de describir emociones, que les ayude a identificar su reflejo en el espejo y se auto dibujen. ¿Qué mérito tiene decir una palabra en el momento adecuado? Yo me baño en el diccionario y hago mis abluciones al azar, que él me sorprenda. 

Estimado Universo, ¿para qué me mandas continuos mensajes en piedra? Hace años que encuentro patatas en forma de corazón, piedras en la montaña en forma de corazón, en la playa piedras con forma de corazón. ¿Será que me avisas de que la vida es amor o que cuide mi corazón? (Parece un anuncio de yogures para el colesterol) Universo, ¿me lo tienes que decir gráficamente para que me entere de que es el corazón y no la mente lo que tengo que pulir y abrillantar? ¿Para quién estoy limpiando ése trono? ¿Para un vivo, para un muerto o para el amor universal? 

Me has dado ojos para ver y reconocer cuando el agua de otro vaso está contaminado, pero no me espabilas con la picardía del mal pensante. Me das poderes, me instruyes en la existencia de las armas, pero me desarmas al dejarme la caja y no entrenarme. ¿Quizás no depende de ti? Mi instinto ya me dirá cuándo usar un diccionario, un compendio de retórica avanzada, palabras envenenadas a espuertas, odio en cápsulas, rencor en granadas y bombas atómicas de auto-desprecio.

Universo, subo y subo buscando la excelencia, pero cada vez estoy más sola. La apnea no me deja pensar y mi eco retumba entre la niebla. Me aburro y bajo a los infiernos, es divertido estar allí, todo de lo que me estaba reprimiendo allí es normal y no llama la atención, pero el olor a azufre te intoxica y se necesita respirar aire limpio.

Nada, pues me quedo en el punto medio y veo de todo, existen varias opciones. Hay que decidir. Pararse: No lo soporto es como una cárcel, los miembros se duermen, gangrenan y mueren. Retroceder: terrible, volver a los infiernos y los dolores del parto, los dientes, las inseguridades, las atrocidades atemporales que plaga la historia de testimonios aberrantes. O seguir adelante... Sigo sola, avanzaré, escribiré lo que vea y os esperaré. Si no he nacido en el tiempo que me corresponde, y solo puedo contar lo que veo, esperaré a que estéis preparados.

Al avanzar tanto, mis diálogos con la parca son habituales, hace tiempo que nos miramos a los ojos. Como dos soldados de retén en la frontera. Es discreta jamás me dice quién es el siguiente, no hablamos de trabajo. Tampoco quiero esa responsabilidad, pero si el mensaje es que os vais: temed al dolor no al final. Aún así el dolor tiene diferentes umbrales y no lo sabréis hasta hasta que os toque. Escuché que nunca se nos pone una prueba que no podamos superar, un dolor que no podamos afrontar.

No soy su escriba, es que me he sentado en un parque y estaba allí, conversamos un rato. Miramos a la gente y de repente sonó en el silencio: Es traducir al que no habla para el que no escucha. La Parca y yo nos miramos, nosotros no habíamos dicho nada... Así que eramos tres en ese diálogo imposible.

No soy clarividente, soy traductora. Mejor, creo  ....

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