11 ene 2012

Sobre Manuel Alcántara, la poesía y los giralunas

Foto: Fundación Manuel Alcántara
Me encanta cuando los poetas se ponen melancólicos o rebeldes, me siento en sintonía con ellos. Como dice el malagueño Manuel Alcántara: “El mundo tiene que cambiar, porque lo que somos los poetas, no vamos a cambiar nunca.” (Los poetas al poder). Esta sí que una declaración de intenciones. No moverse de la primera línea de fuego, aunque vengan mal dadas. Quedarse quieto en la tensa espera del que está de guardia haciendo la imaginaria.

Hace falta mucha sangre fría o mucho arte para descubrir la belleza que se esconde en el silencio. El punto suspensivo entre bala y bala. En una Málaga como la nuestra, la artillería pesada la ponen los cerrojazos a las empresas,  los ERES masivos, los desahucios, la nevera vacía. La mirada torva de los desempleados que miran al suelo por si pueden aprovechar sus huellas y ver en qué recodo del camino lo perdieron todo.

En la playa de la Rincón de la Victoria, juega el poeta haciendo versos en la orilla, porque sabe que a las letras infantiles hay que enseñarlas a andar, y como dice Manuel: "Enseño a andar palabras de la mano" (Biografía). Ciertamente, hay que estar avezados para que las grafías no se vuelvan vasallas, no se vuelvan esclavas del sol que más calienta. Las palabras de los poetas realistas, del poeta de la calle, no son girasolescas. En todo caso, giralunas. Como explica Aute: "El Giralunas es un girasol disidente".

Algo de disidencia mental hace falta, aunque tengamos que sintetizarla en hashtags para no olvidar que: #conelpannosejuega; #gratisnotrabajo; #porquePublicohacefalta; #putasyperiodistas;  #sinpreguntasnohaycobertura o #sinmiedo. Estas y muchas etiquetas, se pegan con la saliva digital de los que piensan que hay que hacer las preguntas que molestan a los poderosos. A los que siguen meciendo la cuna con  la mano corrupta, pues el dinero de otros no cura la necrosis.

Estoy de acuerdo con el aullido del Lobo: "Ser giralunas no se aprende, es una cuestión de piel, una actitud". Tal vez, será por eso que el poeta nunca tiene la mirada perdida. Simplemente mira al horizonte sin pestañear, para ver desde donde sale la siguiente bala, porque de su trinchera no se mueve. Mientras susurra entre dientes: "Solo vale la pena luchar y vivir, por lo que se está dispuesto a morir".


Dedicado a Manuel Alcántara, maestro de periodistas, escritores y poetas.

9 ene 2012

Sin licencia para rebuznar


Hoy es lunes, estoy a una hora de entrar en clase. Las ganas son pocas, pero tendré que hacer de tripas corazón. Y eso, ¿por qué? ¿Con lo que a mi me gusta el olor de la tinta sobre el papel, las explicaciones me suenan a música, y las alegrías que me dan las asignaturas aprobadas es sólo superada por las ocurrencias de mi 'peque'?

Siempre he creído que a través de la educación la sociedad se transformaría, que el camino del conocimiento es capaz de mejorar al individuo. De hecho, he tenido tanta fe en esas ideas, que cuando tomé algunas decisiones, lo hacía con la convicción de que esa supuesta formación académica era mi paracaídas. Ahora sé que no. No protege de nada. Como mucho, con los apuntes puedes hacer una buena fogata para pasar alguna noche de frío, pero sólo una, porque arden rápido. El sudor del estudiante se seca rápido, y sus méritos son tan fugaces como un parpadeo. 

Mi padre me dijo en verano que mi carácter se está forjando en la fragua del infierno, y que de ahí saldrá una  persona nueva - ¿Nueva, nueva? No sé, pero menos aborregada, sí. A todo esto continúa el patriarca: "Y  los títulos académicos simplemente te darán licencia para rebuznar en el establo de la ciencia". Pues mira, y yo haciendo fogatas. Mirándolo bien, es cierto que burros cargados de libros hay muchos, pero gente competente no hay tanta. De hecho, a veces pienso que hay demasiados mediocres, con título o sin él.

Bueno, voy a dejarlo por ahora que me pierdo... Y no, hoy no me he levantado más chula que un ocho, es sólo una crisis de fe. Buenos días.


Minirrelato: Al estilo Ennio Morricone

Morricone Xilófono de entrada,  hace imaginar una bailarina, leve y ligera, pero pronto la banda sonora trae intriga al cuadro. El tutú se v...