19 nov 2014

Minirrelato: Casas viejas

Casas viejas, más por las grietas en las paredes,  que por lo que cuentan. Casas viejas, abandonadas. Promotoras de historias fantásticas y peligrosas para los que se aventuran a caminar entre sus paredes, sorteando escalones rotos o la inexistencia de barandillas. Suelos de madera podrida, olor a humedad, a estiércol, a guano. 

El polvo suspendido en el aire baila en las narices provocando estornudos desnudos, sin manos, sin pañuelos. Estornudos mojados que impregnan el aire viciado. Vicio de una soledad que provocan las puertas cerradas, los quicios de las ventanas maltrechas y unos muebles que esconden las sombras de los objetos que alguna vez resguardaron. 

Los que entran pueden entender el idioma de la vejez hedionda, y descifrar las historias de amor, anhelos o represiones. Distinguir el olor de los miedos que se mezclan con el olor a humedad y polvo añejo. Sonidos de pisadas suceden a las antiguas músicas que alguna vez sonaron. El sordo solo oye el crujir del suelo bajo sus pies. El sensible escucha la voz desgarrada de la persona que impregnó las paredes con su sonido.

Casas viejas, álbumes de fotos en sepia y caras de seres celestiales. Celestialmente muertos, entiéndase. Seres con rostros interesantes, bellos, que inspiran curiosidad, y tal vez, envidia. Una historia sugerida por instantáneas congeladas en el tiempo. Si las miras fijamente, moverán los labios y o estirarán los miembros dormidos por la postura estática.... Casas viejas

6 nov 2014

Minirrelato: Punto final


La accidentada relación se terminó. Casi dos años de discusiones, idas y venidas. Reencuentros y desencuentros. Todo para terminar en el mismo sitio. Cansada se tumba mirando el techo. Apaga la luz y un torbellino de reproches al otro no paran de acosarla a pesar del sueño. ¡Cuántos proyectos tirados a la basura! Vuelve a suspirar con rabia.

Recuesta mejor la cabeza en la almohada, mientras recorre el estrecho pasillo entre la consciencia y el sopor, cuando un ser de luz se acercó a ella. La llamó "Mamá". Tenía la altura de una niña de tres o cuatro años, de pie junto a la cama. Comenzó a hablar con voz infantil pero segura preguntando por su futuro. Pues, notó que ya no había lugar para ella y vagaba sola. 

La mujer le dijo que lo sentía, le pedía disculpas porque no había elegido bien a la otra persona y ahora no era su momento. La niña contestó que lo entendía, sonrió comprensiva y aprovechó para decir que no quería llamarse como ella. Su madre ya había escrito su historia y ella no deseaba el nombre repetido. La mujer rió  y acordó que el nuevo nombre que ella proponía lleno de aes era precioso, y con mucha garra para una niña con carácter. 

Cuando llevaban un rato hablando madre e hija, la niña le preguntó:
- ¿Mamá, ahora a donde voy? 
- Ella le contestó: Fúndete conmigo, cariño.


Minirrelato: Al estilo Ennio Morricone

Morricone Xilófono de entrada,  hace imaginar una bailarina, leve y ligera, pero pronto la banda sonora trae intriga al cuadro. El tutú se v...