10 oct 2015

Minirrelato: El polvo de los zombis

Separar a los vivos de los muertos es complicado. A veces la Muerte misma se confunde cuando tropieza con zombis, cuyas cabezas estan llenas de gusanos corruptos aunque vayan con los pies desnudos invocando a la Madre Tierra. 

La Muerte se ríe pues la Tierra está deseando enterrarlos y que al menos sirvan como abono. Ellos se aferran a los placeres carnales como quien se entrega a la oración. Eso simplemente sirve para hacer un poco más llevadera la existencia de unos seres avocados a la desatomización de su cuerpo. 

La Muerte y la Tierra observan al más dañino de sus habitantes y cuentan las horas que les restan para desaparecer. No les tienen pena, aún siendo invasivos, son necesarios. Los reyes de la creación dicen. ¡Pobres almas inconscientes de sus propios espíritus! Ven una ráfaga de luz y creen haber sido iluminados. Cuando eres iluminado ves a través de la piel, no hay sombras, no hay dudas, no hay miedo. No hay soberbia sino humildad, porque ver demasiado duele. Ver las transparencias del prójimo es complicado. 

Otra forma de iluminación es irse a la fuente, al Sol, inmolarse en la luz. Y volver para contarlo aunque sea a través de parábolas. Traer conocimiento o ideas nuevas. Porque nada es original, todo está al alcance de vivos y muertos. Los zombies continuaran su andadura de semiinconsciencia, disfrutarán del polvo de su vida, que los cubra el manto del dinero o el brillo de la fama. Y lo conseguirán, se convertirán en la clase de polvo que desean, las cenizas.

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