12 jun 2021

Minirrelato: El sueño de Elva (XX)

 

La tercera


A veces el sexto sentido te juega malas pasadas, no sabes si es eso o el diablo que te susurra al oído malos pensamientos. Cerró las ventanas del cuarto y echó fuera las luces del mediodía tras las pesadas cortinas. Desterró el día por la noche de un plumazo, porque la voz le dijo que eso no era bueno, que tenía malas intenciones. Y ahí estaba de nuevo, encerrada en su cuarto y lamentando ser esclava de una mente perversa que convertía su vida en una cárcel. 

No podía fiarse de nadie, y menos aún de sí misma. Era el sujeto perfecto para fobias y paranoias. Cuando explicaba eso a algunas personas escogidas, la miraban con pena y diciendo: "Deja las cosas en manos de Dios", en cambio otras: "Nadie lo diría, se te ve tan bien, no se te va cayendo la baba por un lado ni nada". Se le ponían los pelos como escarpias cuando escuchaba esto a sus congéneres. Y cómo en pleno siglo XXI, cualquier problema de salud mental era tratado como si uno estuviera apestado. ¿Hasta qué punto era Elva fiable? ¿Era peligrosa para ella misma o para los demás? 

Las últimas crisis de Elva la habían sumido en las sombras oscuras de casas cerradas y sin apenas trato con la humanidad. La almohada era su parapeto y las sábanas la protegían del desapego de los demás. Esos a los que alejaba, pero que tanto necesitaba. El nivel del agujero del submundo al que se dirigía en soledad no tenía fin, y sabía que iba de cabeza a los círculos de Dante porque encontraba demasiado cargado el aire de azufre y todos los personajes de Vargas Llosa, en Las cinco esquinas, se paseaban desnudos por la habitación. Replicando danzas como solo Vargas sabe describir con humedades, vapor y piel.

Otro día más restado a la vida útil que todos conocen, una raya más pintada en la pared de la habitación. Cautiva en su propia cabeza, no paraba de repetírselo, delante de ella acababa de saltar el conejo blanco de chistera morada, luego el fumador de hierba que iba a calzón bajado mientras bailaba con la cerveza en la mano cantado feliz de estar con las percepciones alteradas. ¿Por qué te agobias rubia? Y continúa bailando como si una música étnica llena de tambores le marcaran el paso y el pulso. Ella no entendía su sorna, su burla, su ignorancia, su humeante escapada hacia delante de lo que ella huía.

Hay tantas cosas que decir sobre la estabilidad emocional y la inestabilidad mental que a Elva le gustaría gritarlo a los cuatros vientos. Cuántos sin diagnosticar y cuántos empequeñecidos por la etiqueta y los prejuicios del diagnóstico. La normalización es un camino que pasa por regresar plena del infierno y con los músculos más tonificados que nunca. Como  el preso que se pone en forma en el gimnasio de la cárcel o se saca la carrera de abogado en la trena. Elva sonríe imaginándose así misma desarrollando superpoderes que sirvan para ayudar a los demás desde su pequeña parcelita. Superheroína, hipersensible, una campana de resonancia, cualquier definición le da igual, lo que quiere es tener vida cuando vuelva.


No hay comentarios:

Minirrelato: Al estilo Ennio Morricone

Morricone Xilófono de entrada,  hace imaginar una bailarina, leve y ligera, pero pronto la banda sonora trae intriga al cuadro. El tutú se v...