25 ene 2010

INSTANTANEAS: Añoranza


La añoranza es la enfermedad crónica y terminal del exiliado. Crónica porque es perpetua. Terminal porque a veces se siente que ese dolor va a acabar con uno. Entendiendo como exiliado a aquella persona que no reside donde sintió sus raíces por primera vez.

Como dijo María Zambrano: "El exiliado, ese ser devorado por la historia... una historia cruenta. Ese desconocido. Ese ser que no tiene lugar en el mundo, ni geográfico, ni político, ni social, ni ontológico.Creo que el exilio es una dimensión de la vida humana, pero al decirlo me quemo los labios porque yo querría que no volviese a haber nunca más exiliados.

Fui alguien que se quedó para siempre fuera y en vilo. Alguien que se quedó en un lugar donde nadie le pide ni le llama. Ser exiliado es ser devorado por la historia. Y su lugar es el desierto. Para no perderse, enajenarse, en el desierto hay que encerrar dentro de sí el desierto. Hay que adentrar, interiorizar el desierto en el alma, en la mente, en los sentidos mismo, aguzando el oído en detrimento de la vista para evitar los espejismos y escuchar las voces." Los bienaventurados.

Por supuesto mi exilio fue voluntario, hay plantas que para desarrollarse necesitan un trasplante y yo necesitaba eso. Lo que pasa es que quedan muchas raíces fuera de la tierra y que nunca terminan de agarrar en la nueva ciudad. Cualquier calle, cualquier piedra, cualquier cosa despierta los recuerdos de esa tierra abandonada.

Uno intenta acallar esos recuerdos, esconderlos debajo de la alfombra. Pero simplemente se quedan al acecho, algo aletargados, pero listos para aparecer.

¿Lo peor sabes que es???, que cuando vuelvo a mi tierra después de tantos años, voy como turista. Entro de puntillas, sin hacer ruido. Llego como el arqueólogo que entra con reverencia en un antiguo mausoleo, en silencio. Y atesoro imágenes, libros, postales, recuerdos...para cuando desde mi exilio, esa maldita añoranza venga y me clave los dientes en el corazón, yo pueda acudir a ellos como bálsamo para refrescar esas heridas.

Sí, si me fui, pero por eso no duele menos. La distancia empequeñece los defectos y magnifica las virtudes, recuerdo con delicia muchos sabores: el gofio, los berros, la menta, el anis, el salobre líquido atlántico. Ahora no soy ni de aquí ni de allí, soy un híbrido que envejece junto al sol del mediterráneo.

Foto y texto M.Zambrano:
http://www.cibernous.com/autores/zambrano/teoria/biografia3.htm

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