17 mar 2011

Minirrelato: La sombra de Casandra

Casandra bajó de madrugada a la playa, tenía mucho en que pensar. No hacía frío, simplemente una brisa templada acariciaba la orilla. Caminó despacio mientras el fuego ardía en la ciudad situada a su espalda, no quería mirar atrás sabía lo que estaba pasando, simplemente seguía hacia delante.

Observó el mar, buscando otras orillas, sólo tendría que cruzarlo, pero el agua lisonjera aunque mansa no era accesible. No lo podría cruzar. Casandra continuó caminando por la arena, como gato persiguiéndose la cola. El horizonte está ahí tan cerca y tan lejos- pensó. De repente miró el mar con enfado, otras veces buscaba en él su refugio, su muro de las lamentaciones, pero ahora éste no recibió ni lamentos ni susurros, de su boca no salió ni un improperio, pero se agachó, cogió una caña que las olas habían depositado en la arena y con toda su fuerza se la devolvió al mar. ¡Llévatelo y no lo dejes en la orilla!- ordenó con firmeza y siguió caminando.

El brillo de las llamas produjo una sombra en la oscuridad. Pequeña al principio, pero advirtió que cuanto más se alejaba crecía, se alargaba, aunque de manera desigual. De repente, las piernas crecieron de tal manera que se volvieron gigantescas, desproporcionadas. Admirada de su sombra comprendió que ahora sí podría cruzar, cualquier orilla era accesible. Por un instante sintió la seguridad de dar el paso y cruzar al otro extremo, el horizonte ya no era el límite, existía un más allá.

Esta reflexión no trajo paz a su alma. Una sombra de piernas largas no apaga ciudades en llamas - pensó, se giró para mirar la ciudad y escuchó los lamentos de aquellos desconocidos que morían sin ser reconocidos o  recordados. Casandra distinguió a los que sufrían callados y no alzaban su voz para no molestar, los intuía por los silencios. Los que se callan son los más graves, lo sabía.

Así que volviendo sobre sus pasos regresó a la ciudad, mientras caminaba hacia el fuego su sombra volvió al tamaño normal, proporcionado. Una sombra cualquiera, simplemente una más, pero que volvía para ayudar. Antes de abandonar la playa  echó un último vistazo al mar, respiró  la húmeda brisa y sonrió al ver que la caña que había lanzado seguía flotando sobre las olas.

1 comentario:

Deme dijo...

Holaa Guapisima!!! Gracias por tus bonitas palabras y tu cariño (...)Estupendo relato me parece de lo más evocador (...) ¡Mucho ánimo con tu Blog y verás que nuestro encuentro Blogger será todo un éxito!

Besitos.

No Olvides que...
"MODA ERES Y EN MODA TE CONVERTIRÁS"

"D"

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