6 sept 2012

La sombrilla, reflexiones: Debilidades y pecados de la sociedad de la información

Aunque ya estemos en septiembre, aún queda verano. Si eres de los que no se van de vacaciones y tienes hueco en casa, eres el candidato perfecto para practicar el noble arte de la hospedería. La alternativa low-cost de toda la vida, la de "Me voy a casa de mi hermana/hija o amiga que vive en Málaga" ahorrándose la pensión barata.

Los okupa-turistas vienen a pensión completa y con servicio de visita guiada. Por eso ando en esos menesteres, mostrando la ciudad.  Ahora, es mi madre la que ha venido de visita. Así que el itinerario cultural de ayer fue de iglesia en iglesia, y tiro por que me toca. Además, en una de ellas, acababa de empezar el Rosario y allí que nos sentamos un momento a darle un refrigerio al alma. Mientras repetíamos la letanía que provenía de una voz femenina sin cuerpo - creo que era una grabación - los feligreses que estaban en ese momento, se acercaban uno a uno hasta el confesionario.

Mientras observaba la escena, no pude evitar preguntarme sobre qué estarían confesando. ¿Qué 'pecadillos' se estarían desvelando off the record? ¿Algún cotilleo jugoso sobre el vecino que tiene la cinéfila afición de realizar cortos eróticos con el móvil y en plano secuencia? Pensándolo fríamente, y chascarrillos a parte, ¿qué nos importa la vida íntima de nadie? ¿Qué aporta a la sociedad el hecho de conocer semejantes detalles? A mí no me interesa eso en absoluto. En una sociedad adulta que ya sabe discernir lo que es correcto, y que no admite ni sermones ni monsergas, ¿por qué son portada estos temas? ¿Alguna vez atenderán las verdaderas inquietudes de los espectadores? ¿Por qué dicen que eso es lo que quiere el público?

La radio de madrugada también está llena de emisoras-confesionario donde la gente cambia el silencio de las iglesias, o la mirada de 'sobrao' del terapeuta, por el consejo del oyente-desconocido. La televisión también tiene su propia versión confesional, esa en la que no se absuelven ni perdonan los pecados, si no que justifica la puñalada trapera en nombre de la competitividad y el éxito por encima de todo. Aunque haya que ponerle una venda a la ética y unos grilletes a las buenas prácticas.

En esas reflexiones estaba cuando al llegar al Quinto Misterio, dejamos el Rosario a medias y reanudamos el paseo por la ciudad. Fuera ya, en la calle Granada, tropezamos con el "Escuchador vocacional" Sebastián Bascuña, malagueño que por un euro escucha tus problemas o inquietudes, imitando al japonés* Van Damme Hirakata  (es su pseudónimo),  que en 2004 hizo lo mismo en la plaza del barrio tokiota de Shibuya.

Tan lejos, tan cerca, confesores, confesionarios, escuchadores, 'escuchantes', telespectadores, lectores ... ¿Hay alguien ahí?

*Otro enlace sobre el tema: Mas que amigo, un escuchador

No hay comentarios:

Minirrelato: Al estilo Ennio Morricone

Morricone Xilófono de entrada,  hace imaginar una bailarina, leve y ligera, pero pronto la banda sonora trae intriga al cuadro. El tutú se v...