28 jul 2016

Minirrelato: Cartas de un presunto poeta

El jardín perfumado. Luis Antonio de Villena

Mi bella y hermosa hembra. Esa que endiosamos y maldecimos por cada centímetro de vuestra piel. Me volveré fetichista de tu bella rodilla como aquel Proust, pero esa rodilla será el icono del movimiento, de la fortaleza, del erotismo escondido en una articulación.

Maestros he tenido que han denostado vuestra manera de pensar, o han endiosado vuestras hechuras. Os hemos comparado con la Santa Madre  o con la primavera, vuestro pelo ha sido hierba verde o rubia en verano. Nosotros los poetas escribimos libros libando de vuestra indiferencia. Pues, si consumamos cualquier acto carnal, la poesía se transforma en taquigrafía. La huella está en vuestra piel.

Dice Francisco Umbral que los poetas que escribimos cuando estamos enamorados somos poetas dudosos, sospechosos. El poeta escribe todos los días.  Es cierto, ayer no sentía la sangre hervir y mi pluma escribía banalidades. Hoy que te conozco, las células de mi cuerpo se han convertido en celestinas y me dictan poemas y palabras endulzadas en  miel. Mi pluma destila tinta y ambrosía. ¿A acaso crees que correré contigo al tálamo para darle punto final a esta embriaguez?

No querida, aprovecharé para perderme en la bella abstracción de tus curvas al andar, viviré con la ansiedad insatisfecha, pero que es la madre de miles de líneas. A tí mujer mil veces endiosada, no vas a conseguir que este caballero caiga en tus efímeras redes.

¿Sabes que algunos sospechan que las odas a las mujeres ocultan odas a los hombres? Que sólo sois una parte del espejo, las perversiones de algunos escritores deconstruyendo a la 'fermosa fembra', transformándolos en hermosos varones. La feminidad y la masculinidad diluida en una rodilla, en los sinuosos andares de unas caderas. Trasmutación hombre-mujer, mujer-hombre. Te admiro o te envidio. Mujeres de grandes pechos y caderas prominentes. Recipiente sagrado de la maternidad que a nosotros se nos priva. Poeta de tus sus suspiros y de tus engendros. De esa energía que entregamos a vuestro ser para que nuestros hijos pueblen la tierra. Hoy no, me niego a escribir sonetos que honren tu rostro o tu sonrisa. Hoy no serás la mujer mimada, respetada siempre, pero la energía del cortejo me la reservo para las musas.

Querido ser, soy poeta enamorado, embriagado y mojado... de tinta azul. Un beso de verso en vuestros labios, es la promesa del poeta. Del presunto poeta.


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