23 jul 2016

Minirrelato: Los redactores. Historia de una pluma

Tatuaje Pluma
Había desistido de explicar las cosas, había desistido de hablar otros idiomas. Había gritado, susurrado y desaparecido tras la cortina del silencio. A veces, aceptar las verdades fundamentales de la vida es, con humildad, el verdadero camino. Los humanos somos unos soñadores, y aunque creamos que la creatividad se vuelve realidad, en otros casos soñar despierto sale caro. -- Así pensaba Clara, cuando se ponía a filosofar en la soledad de su cuarto mientras escribía en su diario unas líneas a fecha de hoy.

Esos momentos de reflexión mental y escrita la liberaba de la tensión del día a día. Lo que no sabía es que algunas de esas reflexiones conformaban el pasado, escrito en el presente pero que influiría en su futuro a corto plazo. Tardó un tiempo en darse cuenta, ¡sería casualidad!- pensó a menudo. Cada día fue más consciente, si ella escribía sobre un tema, justo a la mañana siguiente el profesor en clase dedicaba unas palabras a eso. ¿Coincidencia?.

Por la tarde, se fue trabajar y al llegar cansada a casa ya no recordaba lo sucedido. Cogió su cuaderno de tapas negras y siguió escribiendo sobre algún que otra idea. Al amanecer continuaron las señales cuando encendió la radio. Escuchar a la gente hablar en el metro empezó a ser duro.  Decidió que ya no era  casualidad, empezó a tomar notas de las casualidades. 

Cada tic en su cuaderno aumentaba el nivel de miedo y responsabilidad. ¿Ella escribía la realidad, o la realidad la utilizaba a ella como canal para que tomara nota?- Sudaba y temblaba al mismo tiempo. Eran pequeños detalles, pero ¿si escribiera sobre el hambre en el mundo, las guerras, la pobreza desaparecerían? ¿Sería un don o estaba loca? - Sentía pánico al intentar comprobar si era capaz de esa proeza, propia de los comics o las películas americanas. Ellos son los héroes, ellos saben como escribir para que un solo hombre o un equipo de élite salve a la humanidad- dijo en voz alta sin darse cuenta. ¿Acaso su pluma insignificante tenía ese poder real o era una ficción de su mente perturbada?- Le sudaban las manos y se reía nerviosa ante sus elucubraciones tan peregrinas- ¿Por qué yo?

Clara estuvo unos días aturdida, ante tan grande responsabilidad. No sabía si era un don o una locura temporal. Ella no era ninguna santa como Santa Teresa de Jesús para escribir inspirada por las Alturas, ni un San Agustín. ¿Y si sólo soy una persona intuitiva con capacidad de escribir y lo estoy mezclando todo?

Ella siguió escribiendo, pero con un sentimiento de responsabilidad universal que la hacía estremecerse de pánico cada amanecer. Desde luego que pensó en dejar de escribir, pero no se sentía ella misma, tenía que seguir. Escribía y escribía hasta que con el tiempo las coincidencias fueron menos frecuentes. Ella sintió alivio con esa distancia. Respiró, pues no quería la responsabilidad de ser la redactora de la realidad, de la historia. Prefería ser una intérprete más. 

No quiso ningún poder. Si alguien la leía se sentía afortunada, si ella vaticinaba algo y la realidad le demostraba que su fiebre literaria la había hecho ver una realidad de forma convexa o más acrisolada de la cuenta, lo prefería. Estudió para escribir, pero sus profesores la regañaban por su exceso de adjetivos que  volvían el texto pura Literatura. Y aunque tenían razón académicamente: Las rosas son rojas y arrojan un perfume embriagador. Mientras que la basura echa un olor nauseabundo. ¿Qué le vamos a hacer?- pensó mientras guardaba la libreta negra y el bolígrafo azul en su bolso hippie de mercadillo, salió a la calle y fue feliz pensando que podía mimetizarse con su entorno, observar, escuchar y sentirse pluma.


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