26 ene 2011

Instantáneas: Desayunos con pan y sueños

Cada familia tiene su rituales al levantarse, pequeñas rutinas tales como darse los buenos días, tomar el café o el chocolate con galletas, o el bocadillo de pan con mantequilla. En la nuestra, la última opción era la más repetida, años y años calentando la misma leche, echando el mismo cacao en polvo y el azúcar a cucharadas grandes.

El pan con matalauva recién traído y calentito permitía que la mantequilla se derritiera suavemente. Para que el desayuno supiera a gloria tenía que estar la leche hirviendo justo a esa temperatura en la que la lengua y el paladar protestan de calor y piden clemencia.

Otra buena costumbre que teníamos a la hora del desayuno era preguntarnos por los sueños: "¿Qué soñaste anoche? ¿te acuerdas?". Nos encantaba relatar la vida nocturna que llevábamos mientras nuestros cuerpos dormidos continuaban en la cama. Una noche volé hasta la altura de una casa, otra gritaba en una ciudad abandonada, otro me perdía en casas gigantescas con pasillos interminables. Aún recuerdo mi primera pesadilla, fue después de ver Drácula en blanco y negro. No tenía permiso para verla pero abrí los ojos y esa noche probé el sabor del terror nocturno.

A veces los hermanos nos retábamos a ver quién había tenido el mejor sueño, por eso todos nos esforzábamos en recordar, mientras el reloj metía prisa para ir al colegio y la leche se enfriaba un poco... Mmm, desayunos con pan y sueños, los echo de menos.

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